Ernesto es, como muchos en esta parte del mundo, amante del fútbol Pero no es amante porque le gusta verlo. A el le gusta hacerle el amor
a la pelota, en compañía de otras 21 personas y disfrutar en cada corrida para
en alguna de ellas acabar en un gol.
Supo, en su juventud, jugar de 11 en el club Talleres de
Remedios de Escalada para dedicarse finalmente a su profesión de electrónico…
El día 12-07-94 se partió una escalera en la que estaba
subido trabajando y le quedó uno de los largueros clavado en su cadera derecha.
Con un pedazo de escalera de 1 mt. de largo clavado como una espada lo llevaron
al hospital.
Luego de 3 meses de internación tuvo que adaptarse a una
nueva realidad: no podía mover la pierna cómo antes de la caída y había una
infección crónica en la zona. A lo largo de dos años pasó por 4 operaciones sin
mayores cambios. Le dolía, supuestamente a causa de la infección. Cada tanto
aparecía un absceso y salía una astillita. Sucesivamente visitó médicos buscando
una oportunidad de sanarse. Y cada vez se encontró con una frustración. La
última fue en el Hospital Británico. Estuvo dos meses internado y tras una
operación, la sexta, adonde le hicieron una incisión de más de 70 cms de largo que incluyo parte
del tórax, concluyeron que había que extirparle el psoas derecho. El médico que
lo tendría que operar le dijo “ y sin el más o menos las caderas se sostienen”
y eso lo paró.
Un poco por desesperación pero mucho más por fe aceptó ir a
visitar a un médico mapuche, Máximo. El 12-07 09, quince años después de
aquella caída Máximo lo escuchó y luego hizo unas manipulaciones. Dijo: “si
esto da resultado en 15 días te vas a dar cuenta”.
2 semanas después de ver a
Máximo, Ernesto se empezó a sentir mal, estaba arrepentido de haber ido “Qué me habrá
hecho éste” pensaba. Le había salido una dureza en la zona, como si fuera uno
de los granos de pus que solían salir junto con las astillitas.
La mañana del día 21, casualmente el 1-08-09, día de la
Pachamama, al levantarse sintió que algo caía. Era la “astillita” de madera que
había estado en su pierna durante 15 años y 3 semanas. Como verán en la foto,
es un pedazo de madera de 125
mm de largo. Dos días después, la herida que supuró pus
durante años se cerró y la movilidad de su pierna se empezó a recuperar.
La madera permanece, junto a Ceferino, en recuerdo de Máximo
y todos aquellos y aquellas que hacen lo que pueden por hacer un mundo mejor. Y
hace unos días Ernesto pudo volver a jugar al futbol, ahora y por primera vez
con sus hijos, para sentir nuevamente ese amor que es parte de lo mismo que lo
hizo creer en que se podía sanar..
Hasta pronto....
Hasta pronto....