¡Bienvenid@!

Como encarnación de la conciencia, tenemos la posibilidad y responsabilidad de cooperar para hacer del planeta tierra un lugar de realización de la vida en todas sus manifestaciones. Esto será posible solamente a través del consenso. El momento histórico parece requerir de un salto evolutivo en la gestión de consensos, ideas y acuerdos colectivos que se sostengan al mismo tiempo sobre la elección consciente de cada individuo.


viernes, 25 de junio de 2010

El papel del consenso ante los cambios globales

Me pregunté como sería vivir con una matriz energética no “derrochadora”. Afortunadamente no fui el primero y pude encontrar gente que ya estaba transitando ese camino. El movimiento de ecovillas algo ha experimentado en todos los años que lleva de vida y nos encontramos un día recorriendo Gaia en Navarro (www.gaia.org.ar). Después de ver un poco la tecnología aplicada y ante la pregunta sobre que era lo más difícil de vivir en una propuesta de ese tipo, Gustavo Ramirez dijo algo así como “lo más difícil es el trabajo interior que hay que hacer. No es fácil estar con uno mismo todo el tiempo y de esta manera”.

Tampoco va a ser fácil convivir si cuando alguien deja una luz encendida o una canilla o ventana abierta eso termina perjudicando seriamente y de forma tangible e inmediata a todos. Y estas son las cosas que me pasan todos los días en mi casa y generan discusiones, peleas y desencantos. ¿Cómo hacer para mejorar esto? Y ahí decidí continuar y profundizar una búsqueda que tiene que ver con el consenso. La mayoría de la bibliografía sobre consenso remite al consenso de Washington o alguna otra forma de las naciones poderosas de ponerse de acuerdo para no molestarse tanto, aunque sea a costa del sufrimiento de los no poderosos. Una especie de “entre bueyes no hay cornadas”. Pero no encontré mucho que hablara de cómo hacen dos personas para ponerse de acuerdo en algo. O en todo caso lo que encontré sobre esto tenía que ver con liderazgo y con el poder, y cuando no el autoritarismo, metido en el medio.

Poco a poco me convencí que el cambio global respecto de la matriz energética y de los efectos del calentamiento global representará un desafío extraordinario a nuestra capacidad, como seres conscientes, de lograr consensos. Y me parece además que esto además de una amenaza puede ser transformado en una oportunidad: la oportunidad de gestar una manera distinta de relacionarnos. Afortunadamente también pude ver que ya hay otros yendo por ese camino, pero eso es otra historia.

Jorge

Una vista de casas en la ecovilla Gaia y un interior de ellas.









lunes, 21 de junio de 2010

Las generaciones del derroche

Las personas nacidas durante el siglo XX seremos recordadas, si es que la especie humana perdura, como las generaciones del derroche de energía. El gasto de la mayoría de las reservas de petróleo conocidas del planeta acaecida durante los últimos 100 años ha hecho posible la generación de una gran variedad de objetos tecnológicos que utilizamos sin "censura previa".
Para mis abuelos, todos ellos nacidos durante la última década del S XIX, la medida que diferenciaba a una familia con la vida difícil de las demás era tener un caballo. La fuerza de un caballo hacía posible las tareas del campo y de transporte y movimiento de materiales. Esto, obviamente, en dimensiones no muy grandes ya que un caballo no aplica a muchas hectáreas de terreno. O sea que tener instalado "un caballo de fuerza" era una potencia que hacía la vida más sencilla para una familia y la eximia de permaneder en la pobreza.
Ahora, ¿qué potencia tenemos instalada en una casa tipo?. Los electrodomesticos suman por lo general y siempre y cuando no haya equipos de aireacondicionado, alrededor de diez caballos de fuerza. Esto incluyendo la iluminación. O sea que allí ya multiplicamos por diez, en una cuenta de Argentina y sin pensar en casas demasiado lujosas. No sumo la energía de la cocina porque en la cuenta de mis abuelos ella tampoco estaba diferenciada. Si a esto que ya de por sí es bastante fuerte, le sumamos un auto chico, pasaremos enseguida a ¡sesenta caballos de fuerza!. Y nada de pensar en autos deportivos o cuatro por cuatro... O sea que cabe imaginarnos que cada vez que salimos en el auto a hacer las compras estamos en un carro con una o más manadas de animales de tiro como tractores. Aquí es donde el contraste surge con claridad: de un caballo para trabajar la tierra y transportar productos hemos pasado como aspiración a sesenta como estándar de vida con el agravante que en la mayoría de los casos no producirán nada a cambio salvo el ahorro de algunas caminatas.
Esto es posible por nuestra costumbre de utilizar sin "censura previa" recursos minerales que serán extrañados seguramente por las futuras generaciones.